5 ene 2010

¿Subís o bajás?

Por si alguien de ustedes nunca visitó una ciudad montañosa, les cuento que éstas son, generalmente,  íntimas amigas de las escaleras. Especialmente Ushuaia.
A partir de la avenidCalle Fadul, Ushuaiaa Maipú, que enfrenta a la Bahía, todo sube. Al principio es un garrón: te duelen las piernas y no tenés ganas de caminar. Después se te hace costumbre, aunque debo admitir que las ganas de caminar no vuelven nunca más.
Ilustro.


El día 23 de diciembre, salimos del supermercado con mi hermana y observamos que la cola de espera en la parada de taxis era infinita (gracias Papá Noel). Hacía calor, y a pesar de que la casa de ella queda en pleno centro, (estábamos a nada más que a 7 cuadras), 4 de ellas son cuesta arriba.
Ni en pedo íbamos a subir esas cuadras con calor, bolsas y cansancio. Las calles son realmente empinadas, y no miento. En algunas directamente, y para no engañar a nadie, clavaron una escalera en el medio y arréglense.
Como no nos quedaba otra, mi hermana y yo nos autoconvencimos con el clásico “vayamos caminando hasta que pase un taxi.”
Obvio que el taxi nunca pasó, pero mientras nos desplazábamos como humanamente podíamos, un adolescente (¡que atrevido!) que bajaba por la misma calle que subíamos nosotras, nos miró con lástima. Fue en ese instante en el que logré articular un pensamiento que me viene rondando en la cabeza hace años: cuando subís, no sos el mismo que cuando bajás. Hay una visible transformación.
Ilustro de nuevo.
Si caminás cuesta arriba, te sentís miserable. Es equivalente a calor, cansancio, pasos grandes, ir por la calle esquivando autos para evitar las escaleritas. Inevitablemente a medida que subís, vas buscando las miradas de todos los peatones que pasan cerca; alguien que te ayude tirándote una botella de Gatorade, dándote una mano, un pulmotor, aunque sea un aplauso por el esfuerzo. Y si encima cargás bolsas o cajas, la anterior miseria pasa a ser desesperación absoluta.
En cambio, cuando bajás, sos cool, sos la Megan Fox del barrio. Vas correteando, saltando los escalones, canchera, sin problemas en el mundo. Disfrutás el paisaje y te sentís liviana como en una publicidad de Activia. Los autos te saludan con bocinazos y vos te dejás ir, embriagada con el aroma de tu propio perfume importado, oxigenado con el aire fresco.
Estos dos polos desatan una guerra silenciosa que puebla las calles de  Ushuaia, entre los que suben y los que bajan. Hay un odio en el aire que no se puede ni evitar ni disimular; la tensión entre los que van para arriba y los que van para abajo se corta en el aire con un cuchillo. El que baja, evita las caras de los que suben, que te miran resentidos y envidiosos, con ese look deprimente. Los que suben miran a los que bajan deseando secretamente que se tropiecen y rueden calles abajo, gracias a la justicia divina.
Y los que tienen auto, directamente siguen de largo este post.

4 comentarios :

Anónimo dijo...

Amiga Marian! Acabás de describir la vida misma;

¿Cuántas veces nos toca subir y cuántas bajar?, ¿Cuántas nos encontramos entre los que la están luchando día a día peleándola para ascender y cuántos fueron los momentos (contados) que nos sentimos, merecidamente, bajando "livianitos" como vos bien decís y casi flotando.

Yo recuerdo muy bien esos momentos mágicos, los atesoro; Momentos en donde nada nos pesa y no andamos acarriando ninguna carga ni nada en nuestras espaldas.

Y que sean de vez en cuando, los hace aún más especiales.

Amiga, te estrañaba; no te "me" desaparezcas asi!!! Jajaja.

Hermosa la foto.

Besosssssssssssss!!!

Luis dijo...

Me gustó como le das una vuelta de tuerca para contar el lugar, invitar a cansarse, etc..
Muy bueno.
Gracias por pasarte por el mío, ojalá lo disfrutes tanto como yo acabo de hacer.

letradedoctor.blogspot.com

Luisina dijo...

Tene cuidado.... temo que Dolina te robe la narracion....
Besossssssss

Sarah dijo...

QUIERO UN AUTO! xD